De agua y de árboles
La relación entre los árboles y el agua ha sido y sigue siendo objeto de numerosas investigaciones y también de mucha polémica, especialmente en Chile. Las diferentes publicaciones sobre el asunto transmiten mensajes a veces totalmente contradictorios.
A principios de julio, un artículo de la revista de divulgación científica francesa “Science et Vie” titulaba “Replanter des arbres peut nuire à l’environement” (Replantar árboles puede dañar el medioambiente) tomando como caso de estudio… ¡Chile! El artículo explica que replantar puede ser una muy mala estrategia, haciendo eco de un artículo recientemente publicado en la revista Nature[1]. Los autores del artículo analizaron el impacto de las campañas de incentivación a la reforestación del Estado Chileno, el cual, desde 1975, subvenciona el 75% del coste de la reforestación y apoya a los propietarios privados para administrar sus plantaciones. Los autores demuestran que, a pesar del aumento de la cobertura de árboles, se perdió biodiversidad sin aumentar la absorción de CO2.
Cualquier persona que se haya dado un paseo por un bosque nativo y por una plantación forestal de la zona centro-sur de Chile, se habrá dado cuenta de la drástica diferencia entre ambos entornos… densidad de vegetación, colores, olores, ruidos, formas, temperatura, luminosidad… Por un lado, la expresión sin límites de la belleza como sólo lo sabe hacer la naturaleza y, por el otro, la planificación, el control del espacio y de todo lo que puede o debe desarrollarse allí.
Unos días más tarde, se publicaba en una revista digital chilena: “Reforestar los Andes para retener y regular el agua de las lluvias”[2]. Y con el título, una foto mostrando un precioso valle de pradera de montaña rodeado por altas cumbres nevadas. El artículo no indicaba de donde fue tomada la foto. Sin embargo, por experiencia, se puede estimar que la foto pertenece a una altitud aproximada de 2500-3000 metros sobre el nivel del mar en la Cordillera de los Andes y de la zona central de Chile. A esta altura y esta latitud, nunca hubo árboles, ni en el periodo más húmedo de la historia geológica de esta zona… El título del artículo y la imagen inducen al lector que sería mejor si ese terreno aparentemente baldío estuviera cubierto por un denso bosque.
En junio 2019, otro artículo científico publicado también en la revista Nature afirmaba, en base a la modelización de la relación entre vegetación y su subsuelo, que la deforestación podía aumentar la escorrentía aproximadamente 3,4 veces el caudal medio anual del río Amazonas. Dando a entender que, deforestando, ¡se aumentaría la disponibilidad de agua en el planeta! El artículo fue retirado de la revista unos meses más tarde[3] a raíz de la reacción de pares académicos que demostraron el sesgo en los datos y en la metodología usada por los dos autores del trabajo[4].
Como suele pasar, nos movemos de un extremo a otro. Y lo correcto suele estar en el centro, en la buena medida, en el equilibrio. La relación entre vegetación y agua es compleja y todavía no la entendemos bien. Está ampliamente reconocido que el cambio de la cobertura del suelo (por ejemplo del bosque nativo a plantación, pradera, pastizal, cultivos, etc.) y del uso del suelo (reforestación o deforestación) puede alterar de manera significativa los procesos hidrológicos y el balance hídrico de una cuenca. Sí, pero de allí en predecir la respuesta hidrológica de una cuenca, es decir, predecir el aumento o disminución de los caudales, por tal cambio de uso y cobertura del suelo, hay un mundo… los trabajos científicos hasta ahora han arrojado resultados bastante divididos.
Al final, por mucho que los diferentes trabajos intenten generar un modelo global, sólo son aplicables en el ámbito local donde son generados. La relación entre agua y vegetación no es lineal y depende de una multitud de factores: clima, geología, topografía, tipo de suelo, especies, densidad, etc. La preponderancia de un factor sobre otro depende de cada caso de estudio y, sobre todo, de los factores tomados en cuenta por cada estudio.
Desafortunadamente pocos trabajos integran todos los factores y la mayoría se limitan a estudiar la evapotranspiración y la infiltración del agua en el suelo. A pesar de ello, existen algunos consensos entre publicaciones científicas; como por ejemplo, que reforestar zonas áridas reduce el caudal de agua, en particular la recarga de agua subterránea. En las zonas áridas, existe un equilibrio frágil entre entradas y salidas de agua, con ecosistemas altamente dependientes del acceso al agua subterránea, siendo ésta la principal fuente de agua. En estas zonas, como en las zonas altas de la Cordillera de los Andes, el ecosistema no está constituido por bosques, sino por sistemas vegetacionales totalmente adaptados a esos entornos: los humedales. Plantar bosques en el desierto o en lo alto de la Cordillera de Los Andes no va a solucionar el problema de sequía del país, muy al contrario, lo puede empeorar.
La vegetación y el agua forman un sistema integrado. Ambos son altamente interdependientes a varias escalas espaciales y temporales, de modo que la vegetación debe considerarse como un componente del ciclo hidrológico. Y cuando digo vegetación no digo bosque. Porque los humedales no son bosques, pero su rol en el ciclo del agua es tan importante como el de los bosques.
1 Heilmayr, R., Echeverría, C. & Lambin, E.F. Impacts of Chilean forest subsidies on forest cover, carbon and biodiversity. Nat Sustain (2020). https://doi.org/10.1038/s41893-020-0547-0
2 https://www.mundonuevo.cl/reforestar-los-andes-para-retener-y-regular-el-agua-de-las-lluvias/
3 https://retractionwatch.com/2020/02/18/authors-retract-nature-paper-on-dramatic-increases-in-streamflow-from-deforestation/#more-118939
4 Kirchner, J.W., Berghuijs, W.R., Allen, S.T. et al. Streamflow response to forest management. Nature 578, E12–E15 (2020). https://doi.org/10.1038/s41586-020-1940-6